viernes, enero 27, 2006

El regreso (a Dios)

Quería empezar esta entrada relatando un poco sobre mi regreso a la ciudad a mediados de enero de este año, pero de pronto se me ocurrió que realmente más que un regreso a la ciudad estaba experimentando un claro regreso a Dios.

En febrero del año pasado, que regreso de mi curso intensio en Solonia, encuentro una ciudad cambiada, libre de problemas, con gente amable y me encuentro a mi mismo con una clara conciencia de unidad con todas las personas y las cosas que me rodeaban. Mi mente discernía increiblemente bien entre lo que era verdad y lo que pertenecía a la ilusión, y estaba completamente dispuesto a dejar en libertad a todo el mundo. Pero de alguna manera esa sensación cayó en la decadencia, cada vez pensaba más, me aburría en cualquier lugar que estaba. No quisiera hacer conjeturas, pero imagino que relacioné mi estado de paz con el estar en la selva, rodeado de gente que hablaban sobre lo mismo que yo y con los que me sentía en familia. En cambio, esaba en una ciudad, estudiando computación, con un trabajo, con unos examenes que presentar, con una rutina, en fin... un montón de cosas de las que me había olvidado.

Así que empecé a caer de nuevo en el conflicto, en la pensadera, en los miedos. Y los vi refejados en mi novia, en mis estudios, en mis amigos, en cualquier cosa. Fue verdaderamente desconcertante venir de un estado de total paz y encontrarme de repente que ya no me sentía el Hijo de Dios viviendo en la tierra como en el cielo, sino más bien el hijo del diablo viviendo una pesadilla interminable. No me puedo quejar de esos momentos, tuvieron ratos increibles, pero inevitablemente evaluaba mi estado para ese momento y podía decir que no había sido mi mejor año.

El recuerdo del curso intensivo se hacía lejano y ya no encontraba, como durante el 2004 que tenía un grupo en Santa Mónica, gente con quien compartir para poder recuperar esa paz tan ansiada. Dejar de pensar se hacía algo por lo que tenía que luchar, en vez de una condición diaria.

Para el mes de septiembre las cosas tomaron un giro bastante interesante. Volví a la Gran Sabana al encuentro de Facilitadores y Coordinadores de Aprendiendo a Ser, encuentro que fue de lo más espectacular y donde conocí gente que espero poder seguir en contacto con ellos. Me sorprendió cómo al estar allá recobré mi paz como si nada hubiese pasado durante meses y meses.

De Septiembre a Diciembre las cosas mejoraron bastante. No recuerdo cómo, pero verdaderamente sentí que mejoraron, por lo menos fueron bastante interesantes durante los días de la creación de mi nueva compañía en conjunto con joaquín: Pixelsoft. Al llegar Diciembre el panorama era otro, había prometido volver a Solonia para fines de ese mes, y de varias maneras me llegó la señal de que partiera hacia esos rumbos. Esta vez me acompañaría Eliana, que por primera vez iría a la Gran Sabana.

Lo que sucedió allá definitivamente es para otra entrada del blog. Pero en resumen oportunidad tras oportunidad de sanar mi mundo, desde que llegué hasta que me fui. Y lo mejor de todo: tenía la disosición total de aprovechar esas oortunidades.

Regresé bajo circunstancias de miedo y de conflicto, pero con la disposición de entregárselas todas al Espíritu Santo, lo cual en efecto hice, con lo cual estaba poco a poco allanando mi camino de regreso. Cada día era muy intenso porque bailaba entre dos extremos, uno de miedo intenso y otro de paz absoluta. Cuando pensaba que ya un miedo se había ido regresaba con una forma distinta, como un virus indestructible, pero para mi propia sorpresa decidía casi automáticamente dejar de pensar y solicitar ayuda para resolver mi conflicto.

Mis peticiones eran escuchadas y al parecer propiciaban nuevas oportunidades en el mundo que veo. La más sorprendete para mi fue lograr hablar con mi mamá sobre esto y que ella estuviese completamente receptiva al mensaje que quería transmitirle, cuando hace no mucho tiempo yo la percibía como la peor persona en mi vida para acercarme a conversar sobre el tema.

Y mágicamente aparecieron más y más oportunidades, que en muchas ocaciones derramaron lágrimas, pero que siempre siempre terminaban con una sonrisa en mi cara. Gracias Dios, por traerme de regreso, llevarme de vuelta, gracias por tu infinito amor.

Hoy, estando en paz, escribo esta última linea con la certeza de que donde el amor se hace presente, el miedo no puede estar.

1 comentario:

Kari dijo...

Gracias, me he sentido tan bien de leerte, y de sentirte y reconocerte al hacerlo porque te leo y me leo... Acabo de vivir una experiencia parecida asi qe al leerte has ayudado a ordenar mis ideas y elegir ver el amor .... gracias de nuevo